miércoles, 2 de septiembre de 2009

Alter ego número dos.

Alter

ego.

Por Diego Enríquez Macías

-Una Furtiva Lagrima – Gaetano Donizetti-

Qué suerte para ustedes (sea ésta buena o mala) que ya estoy de regreso. Qué suerte que todavía sé escribir. Qué suerte que todavía saben leer. Qué suerte que sea martes de columna. Qué buena suerte esto, qué mala suerte lo otro…

Es increíble la cantidad de cosas que le atribuimos a la suerte. Woody Allen, judío ateo (que por suerte no es banquero y por suerte es cineasta), aborda ese tema: la suerte en nuestras vidas, muy a su crudísima y atrapante manera de narrar historias en su película de 2005, “Match Point”. La ambición, el poder y sus consecuencias. Crimen y castigo. No me pondré pesado hablando de la obra de Dostoievski, que he de confesar no he leído, aunque conozco las referencias. La película, que abre con el aria Una Furtiva Lagrima, de la ópera L’elisir d’amore, de Donizetti, desarrolla una complicada mente llena de ambición y deseo, revoltoso triángulo amorosos que como en una buena ópera, gestan una tragedia que abre en la boca del estómago un hueco que no se sabe si se abrió por odio o empatía hacia el personaje (que dicho sea de una buena vez, interpretado magníficamente). En pocas palabras, al más puro estilo de Allen, desnuda la esencia de lo que nos hace humanos: la maquiavélica capacidad que tenemos de transformarnos, deshacernos y deshacer a otros por obtener lo que queremos.

Crimen y castigo. Ya si te sales con la tuya es cuestión de astucia. O de suerte. A fin de cuentas, con suerte o sin ella, hacemos de todo por conseguir lo que queremos. Al nivel que sea. Basta con echar un vistazo al circo-ópera del congreso de la unión, o los gobiernos estatales o el mismísimo federal. En palabras de Balzac “detrás de toda gran fortuna existe un gran crimen”. Pero… ¿y el castigo?

Perdón. Ya sé que es la columna cultural, no la denuncia ciudadana, o el “¿y qué tal durmió?” del señor Dehesa. Mil disculpas. De pronto se me fue la onda que es la columna de las películas aburridas y la música de viejitos. Y ya hablando de música de viejitos, no puedo irme sin hablar un poco de ella. Ya que estoy con el mood de la ópera, como Canio, il pagliaccio, actuando y sonriendo con la lágrima a punto de correr. El próximo seis de septiembre se cumplirán dos años de la muerte de Luciano Pavarotti (maravillado descubro que el corrector ortográfico de Word acepta la palabra), que en mi burda e irrelevante opinión, deja un hueco en la ópera que no se había llenado desde Caruso. Claro que quedan los otros dos tenores y muchachitos promesa de la talla de Rolando Villazón en la ópera, pero mi punto es que Pavarotti es Pavarotti. Cierto que murió, pero como gran artista cumplió su ciclo. No necesitó permanecer físicamente más tiempo que el necesario para dejarnos su huella, para revelarnos su logos. Qué suerte que todavía existe la buena música, el buen cine. Qué buena suerte que existe el arte.

3 comentarios:

  1. pues que buena suerte que tengamos una mente tan lista como tú para recordarnos que aún existe el arte...

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  2. Así es Diego, suerte que existes y mas que suerte, todo un júbilo haberte conocido. Y con suerte esperare cada martes para leer tan acertada columna.
    Saludos

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