miércoles, 18 de noviembre de 2009

Alter ego número trece.

Alter

ego.

Por Diego Enríquez Macías

Footprints – Wayne Shorter

Alguien que trasciende en esta vida es alguien que cambia la forma de ver las cosas, de sentirlas, de masticarlas, tragarlas, regurgitarlas y con ello alimentar a otros seres. Es alguien que no encaja en nuestro mundo cuadrado y por ello crea el suyo propio, yéndose a vivir ahí, enviándonos postales desde su mundo e invitándonos a visitarlo, aunque sean pocos los que entiendan la fotografía de esa tarjeta postal y la extrañeza de la caligrafía utilizada por ese ser de ese rarísimo mundo suyo. Son esos excéntricos, esos locos por vivir, los que nos han dejado cosas sensiblemente tangibles. Son los que han logrado su trascendencia. Los verdaderos humanos. Aquéllos a los que Cortázar llamaría “cronopios”.

Hay cronopios grandísimos en este mundo. Unos vivos y otros muertos, hablando en el sentido más literal e inmediato de lo que la vida y la muerte significan. Un cronopio como lo fue sin duda John Coltrane, se fue al pozo de tres metros de profundidad con un hígado devastado por el cáncer hace ya cuarenta y dos años. Pero sigue vivo. Está de pie, hablando y tocando gente a través de sus intempestivos pasos largos de su sax tenor en Giant Steps. Está vivo y dando vida entre las notas de su bello salmo A love supreme, soltando de pronto el saxofón de entre sus labios cantándonos ese soliloquio cíclico de tres simples palabras que si bien son en inglés, prácticamente no necesitan traducción. Deja totalmente claro, sea cual sea la lengua que hable y entienda el oyente, que nos está hablando de un amor supremo. A un dios, a una fuerza, a un algo que impulsa a esos cronopios a imprimir con brutal fuerza sus almas en las nuestras.

Reales seres humanos operantes a niveles indescriptibles por las burdas palabras de una columna. Cronopios como Miles Davis, como Charlie Parker, Dizzy Gillespie o Joe Lovano. Como Wayne Shorter, grandísimo cronopio sucesor del enormísimo que fue Coltrane en el quinteto de cronopios de Miles Davis. Shorter estará vomitando su alma a través de su saxofón el sábado veintiocho de noviembre de dos mil nueve, en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. Ese día a las nueve de la noche meterá su alma a través de los oídos de los presentes, haciendo que algunos se retuerzan de un dolor producido por prejuicios sobre el asqueroso jazz. Haciendo que muchos sin saber dónde estaban, ni qué iban a escuchar, se levanten de sus sillas y dejen el lugar, aturdidos y sin haber entendido nada de algo que no necesita entenderse. Pero a un grandísimo cronopio como Shorter no es algo que le importe. Seguramente habrá, entre los asistentes, quienes sin saber lo que iban a escuchar, algo que les prenda fuego en su interior. Habrá con un poco de suerte, muchos que no escuchen nada pero que sientan eso, sí, eso que estremece, que hace que las tripas se sientan como al bajar en montaña rusa, eso que hace que los ojos comiencen a ver borroso y corran unas lágrimas por los estirados cachetes a causa de una atónita y asombrada boca abierta.

Y Wayne Shorter estará aquí, en Güanatos, a unos cuantos kilómetros. Y viene vivo en todos los sentidos, físico y de trascendencia espiritual. Viene con ese brillo, viene con eso (sí, eso), dándonos la tal vez irrepetible oportunidad de ver, en corto, cómo es un cronopio hablando cosas de cronopios. Cómo es que nos escribe y envía postales de su mundo. Como deja sus huellas, sus footprints grabadas en las arenosas mentes de cronopios asistentes.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

Alter ego número doce.

Alter

ego.

Por Diego Enríquez Macías

So What – Miles Davis

Me sucede con frecuencia que recibo sabios consejos sobre la música y sobre todo, en referencia a mis gustos musicales. Me dicen que soy un cuadrado que sólo escucha música de viejitos, que en lo sucesivo se denominará como “jazz”. Me han dicho que necesito diversificarme (así tal cual). ¿Y qué diablos importa si sólo escucho jazz? Ahora, que si he de presentar una apología sobre el hecho de que soy-un-cuadrado-que-sólo-escucha-jazz-y-que-necesito-diversificar-mis-gustos-musicales, aquí va: el jazz, niños y niñas, señoras y señores, changarros y changarras, no es sólo música de elevador con saxofón. Al decir que escucho jazz ya estoy hablando de un gusto musical bastante amplio (o diverso, para entonar con eso de que tengo que diversificar mis gustos musicales).

Ahora que si cuando se me pide encarecidamente que diversifique mis gustos musicales me están pidiendo que escuche reggaeton (sigo asquerosamente sorprendido por el corrector ortográfico de Word), a la banda limón, etcétera y etcétera, pues entonces sí que piden demasiado. ¿Y el reggaeton no es música? Sí. Pero es un verdadero caso de involución musical, creo yo. Claro, es forma de expresión. Pero es una verdadera ignominia (me encanta la palabra) que se haya desdeñado la vastísima herencia cultural musical afrolatina, desarrollada muy fuertemente en el caribe, para que todo haya terminado en esa porquería (sí, así de tajante el adjetivo) que es el reggaeton. Y si nos vamos más pa’l norte, otro clarísimo ejemplo de involución músico-cultural es el rap, que deja de lado la melcocha gestada en el crisol de culturas que se refleja en música como el ya tan citado jazz.

Vuelvo al tema de la diversificación de mis gustos musicales. El jazz es diverso y se sigue diversificando. Después del swing de los felices años veintes, cuando regresa a la obscuridad del lamento del blues con la depresión del ‘29 para dar origen al grandísimo bebop. He ahí una variante del jazz. Después, en una especie de recesión, un tanto contrapuesta a la explosividad del bop, viene en un intento de recuperación del jazz blanco, el cool, destacando a los blancos caritas como Chet Baker y Gerry Mulligan, tocando su jazz suavecito con suave trompeta con sordina y un ronco sax barítono, romántico cual voz de Barry White. Llega después, ya en la segunda mitad de la década de los 50’s, otro de los grandes iluminados del jazz: San John Coltrane. Este tipo llega haciendo combustión (ardiendo, ardiendo, ardiendo), con una evolución del bebop algo más fuerte, más áspero, de acorde golpeado y melodía rápida que se llamó hardbop. Y fue esa aspereza explosiva la que trajo después como inevitable evolución, el durísimo movimiento del Avant-garde, y con ello otro gran iluminado incomprendido que respondía al nombre de Eric Dolphy. Casi de forma paralela, de la mano de Miles Davis y toda la bola de locos con los que se juntaba a fumar cosas raras (y de paso a hacer música), fusionó jazz con rock en plena era psicodélica, sacando como resultado algo conocido como jazz fusión.

Y podría seguir así durante columnas y columnas, hablando de la diversidad de mi tan cuadrado y poco diverso género musical querido. Y es que ha habido los que me dicen que todo el jazz les suena exactamente igual. De ellos, pienso yo, a manera de diagnóstico no clínico poco serio, dos alternativas: la primera, que tienen serios problemas auditivos y cognoscitivos que les impide diferenciar sonidos y ritmos distintos. La segunda, que son idiotas de mente cuadrada y poco diversa musicalmente.

Y yo que comenzaba a emocionarme con mi pequeña cronología del jazz hasta que recordé de qué había comenzado a escribir. Ya me enojé nomás de acordarme de eso de que soy un cuadrado. Más que nada, es la forma en que tratan de convencerme de que la música basura es algo que debo tolerar, aceptar y escuchar gustosamente. Esto me enferma de igual o peor forma que cuando intentan convencerme de que necesito creer en un ser superior que padece de personalidad múltiple que se llama dios, y que debo y necesito creer en él (sí, necesidad, como comer, respirar y zurrar) por el simple hecho de que existe y punto.

Si el jazz es cuadrado, entonces, ¿qué no lo es? (Perdón. Creo que hoy sí me excedí).

miércoles, 4 de noviembre de 2009

Recomendación.

En la parte derecha de éste, su pinchurriento blog-columna de confianza, hay una serie de enlaces a otros blogs menos pinchurrientos que éste.

Lo que pido, en cómodas instrucciones entendibles para cualquiera que haya cursado más allá del segundo grado de primaria, es lo siguente:

1. Leer Alter Ego (Oséase la página en que estás acutualmente).
2. Comentar en las entradas (Por favor, ya lo había pedido humildemente).
3. Dar click en los citados blogs de la derecha.

De a peso, ¿no? Aprovechen y hártense del internet antes de que nos la dejen caer con los impuestos.


Gracias.

Alter ego número once.

Alter

ego.

Por Diego Enríquez Macías

Fables of Faubus – Charles Mingus

En contraposición al muy alegre mood del que gozaba la semana pasada, en que hasta me aventé una oda al dios Charlie Parker, hoy, momento en que escribo esto, amanecí con asco. No mi simple asco de rutina hacia el reggaetón y la música basura o las comedias románticas gringas. Hoy me siento asqueado por nuestra gloriosa clase política mexicana. Ahora resulta que si quiero pistear, fumar, tragar o meterme a internet a hacerme tarugo en el feisbuc, habrá que pagar aún más impuestos. Me enferma. A cualquiera, creo. Nuestros diputados, bajo la bandera mesiánica de ser los enviados para salvarnos de la crisis económica mundial (también conocida como “el catarrito del gordito”), se las han agenciado para ponernos nuevamente en veinte uñas. Y es que, aunque la chingada niegue categóricamente su maternidad, nuestros diputados son todo eso y más. Eso sí, estúpidos no son, por más que se empeñen en hacernos creer eso. Y vaya que les sale bien la actuación. Todo está calculado, como siempre, para que el dinero vaya a los mismos bolsillos.

Habrá quiénes digan que nuestros gobernantes están locos. Pero no. Tal vez si lo estuvieran harían cosas buenas.

"Las únicas personas para mí son las que están locas, locas por vivir, locas por hablar, locas por ser salvadas, deseosas de tener todo a la vez, las que jamás bostezan ni dicen cosas intrascendentes, sino que arden, arden, arden como esas fabulosas velas romanas que explotan como arañas entre las estrellas para dejar una luz azul central, que al explotar hace que todo el mundo quede boquiabierto y exclame ¡Ahh!".

Eso es un loco para nuestro ya infalible en la presente columna, Jack Kerouac.

Han sido esos locos los que han logrado permanecer entre nosotros. Un loco, en aquel entonces, fue a la hoguera argumentando que la tierra giraba alrededor del sol. Otro loco que aún recordamos en índice de Kegel, a los cuatro años ya tocaba el clavicordio y nos legó unos chingocientos de composiciones. Otro loco heroinómano cambió la aguja y la cuchara por extenuantes sesiones de ensayo de más de diez horas diarias, y nos dejó su arte, su música, tan espiritual que lograba en un solo de sax de cinco minutos una conexión con su (nuestra) esencia más profunda que la alcanzada por un obispo con no sé cuántos años de oficiar misa a diario.

Ya quisieran Fox, Díaz Ordaz, Echeverría, etcétera y etcétera estar enumerados en una lista de locos o idiotas como ésta, cuando su único logro en vida fue el hecho de pasar de la gloria a la ignominia en menos de lo que termina un sexenio. No cualquiera.

Y ya que ando ebrio de locura y estupidez, ¿qué tal si la clase política fuera ocupada por artistas? Pienso yo, que en la elevada capacidad mental y sensibilidad de las personas entregadas al arte, estando ellas, locas por vivir, locas por hablar, locas por ser salvadas, deseosas de tener todo a la vez, estaríamos todos nosotros en mejores condiciones de vida.

¡Qué viva la estupidez de la utopía!

***

“Parece que el pajarito mandón más conocido por Dios sopló en el flanco del primer hombre para animarlo y darle espíritu. Si en vez del pajarito mandón hubiera estado Louis (Armstrong) para soplar, el hombre habría salido mucho mejor”

-Julio Cortázar



Post Scriptum. ¿Por qué "Fables of Faubus - Charles Mingus"? Es una canción, que estuvo vetada por un buen rato, al ser escrita por Mingus como una protesta contra Orval Faubus, quien fuera gobernador de Arkansas, allá en el gabacho, en el año de 1957, cuando haciendo uso de la guardia nacional, impidió el acceso a la jáiscul a un grupo de estudiantes negros de Little Rock.

Oh, Lord, don't let 'em shoot us!
Oh, Lord, don't let 'em stab us!
Oh, Lord, don't let 'em tar and feather us!
Oh, Lord, no more swastikas!
Oh, Lord, no more Ku Klux Klan!

Explicado esto de la protesta en contra de los que detentan el poder, ya se contextualiza mejor la canción con la columna de hoy.