ego.
Por Diego Enríquez Macías
Chan Chan - Buena Vista Social Club
Un primo hace unos meses se fue de paseo a La Habana, por segunda ocasión en su vida después de no sé cuántos años. Encontró con horror que en “la casa de la música”, rincón de La Habana en que por definición se encontrarían mojitos y buen son cubano, encontró el escenario de los músicos sustituido por una grotesca caricatura de intérpretes cubanos, armados de percusiones, guitarras y tres cubano. Todos ellos interpretando ni más ni menos que reggaeton. Una imagen así de cruda es desgarradora. ¿A dónde diablos vamos? Y es que en verdad me enferma. Una estampa de la rica cultura de los huicholes reducida a algo llamado “huichol musical” interpretando el hit de película del tan aclamado nuevo cine mexicano “quiero que me quieras”, con todo y un horrible solo de violín. ¿Qué sigue? ¿Una banda de vientos mixe interpretando algo de Michael Jackson? No me sorprendería en lo absoluto. Y es que en verdad parece que hoy los cánones de la música se han reescrito tácitamente al grado de que hacer música ahora significa aniquilar lo que ello implica. Así nomás sin ton ni son.
Este es mi blues del día de hoy. Mi lamento. Aunque no todo está podrido del todo, ni yo soy tan amargado como a veces me gusta sonar. También es reconfortante encontrar que existen músicos verdaderos que se preocupan por llevar al mundo la esencia de su música. Ejemplos veremos en el cervantino. Viene, por mencionar a alguien, el grandísimo Paquito D`Rivera, otro de los grandes dioses de aquella pequeña iglesia que existe en mi cabeza. Suerte que ya hubo en otros tiempos santos de esa iglesia mía. Y con suerte que todavía existen unos cuantos y existirán otros pocos que llegaran a redimir los pecados de los reggaetoneros.